martes, 10 de marzo de 2009

De la prisa...


Me dicen que corres rápido a tomar el bus, tus cabellos se mueven lentamente como balanceados por la música que escuchas y pequeños destellos luminosos te rodean, es de nuevo tu cabello recién lavado que al levantarse y chocar con tus hombros deja chispas de agua que revolotean como pequeñas estrellas que implosionan y dejan una onda de dulces olores alrededor. En tus oídos escuchas una canción que se llama jigsaw falling into place y corres como líneas rojas y negras en un paisaje en 3d, como bandas magnéticas que pasan de rodillo a rodillo. Miras la hora y sigues rápida bajando y esquivando a las personas que también se mueven deprisa a tomar el bus. Recuerda todas las formulas, recuerda porque se quedo dormida a las dos de la mañana sobre el escritorio estudiando para el parcial de mañana; las ecuaciones de segundo grado se fueron quedando tras sus gafas que reflejaban símbolos en diagonal, hasta que el ejercicio terminó sin respuesta, quien sabe si será ése ejercicio el que le rebaje un punto en el examen. Paras en seco y te ves tan sensual que desde la otra esquina se paran a mirarte, no te importan las miradas, simplemente llevas media hora de retraso y las paredes te gritan: vas tarde, sigues ágil por la carretera y en la cara del mendigo ves que una figura caricaturesca te dice: no te preocupes de la prisa no queda sino el cansancio. Tu figura atraviesa la calle como si fueras lola y en determinado momento se detendría el tiempo de nuevo, retrocederías a donde empezaste y en el sueño una voz te llamaría suavemente para que despiertes, pero sabes que eso solo pasa en las películas, que pronto en vez de terminar igual que la susodicha de cabello rojo, te detendrás frente a un taxi que te llevará a la universidad. Los colores en el asfalto parecen recolectados por la lluvia y marcan ciudades infinitesimales; microscópicas de pintura amarilla y blanca. No te detienes a mirar cómo todo se va quedando estático mientras pasas y hasta las piedras comienzan a levitar en tiempo y momentum infinito, el espacio que te rodea se vuelve amorfo un barrido donde lo intermitente debido a la alta frecuencia se ve como una luz y los carros dejan una ráfaga de colores que te siguen, mientras en algún lugar de tu cuarto el chocolate sigue aún humeante, las cobijas en el suelo y el abrigo que siempre cargas sobre el espaldar de la silla.
Before you are comatoze…
No quieres mirar atrás y tus zapatos de tela negros pasan sobre charquitos de agua, entran con un sonido casi seco, se hunden y en la profundidad la suela alcanza a tocar la negrura del pavimento. No sumergirse uno de inmediato ante la espesura del color negro, ser simplemente un vampiro, simplemente D y camuflarse tras las paredes y esperarte donde empezaste hace un minuto y cuarenta y siete segundos, sostenerte con mis manos vampiresas y levantarte, dejar que te agarres de mi cintura y irnos sobre el caballo de ojos rojos y cuerpo negro plateado.
No se sabe a cuanta velocidad tus pensamientos pasan como rayos de luz en todo tu cerebro, quizá van deprisa como vos, interrogando como pequeños supervisores y anticipándose al próximo movimiento, donde el viento se irá cíclicamente como cuando es traspasado por una cortina de luz y se va con pequeños remolinos, remolinos que se aceleran cuando incrementas tu paso, miras un gallinazo que abre la basura y busca con su pico, dando pequeñas picadas y moviendo la cabeza de arriba abajo y de nuevo hacia arriba.
Saltas la alcantarilla con gran precisión, el audífono izquierdo por inercia se sale del agujero y se enreda en tu cabello, tratas de sacarlo y bajas la velocidad, pero desde la lejanía puedes ver que un hombrecito bajito y moreno grita a estallar pulmones: queda un puesto pal metro, queda uno y hace énfasis en el último, sales disparada, tanto que el audífono se desenreda y empieza a agitarse de aquí para allá al compas de tus tenis, pero justo cuando estás a diez metros de alcanzar tu meta, una mujer llega donde el hombrecito que al ver tan hermosa dama, abre la puerta del taxi y le dice: bien pueda mi amor, ella entra y él cierra la puerta con suavidad mientras el taxista busca la menuda que le ha de dar. Paras de nuevo en seco, un rubor te cubre y te enfureces. Yo desde el taxi deseaba que no llegara la dama con pinta de ejecutiva, pero no puedo hacer más, sus tacones de nueve centímetros te han ganado y por mucho que grites sandeces en tu interior no cambiará la urgencia que tengo de llegar rápido al trabajo y al final no hay chismosos que me cuenten, sino que te veo iracunda tras el parabrisas trasero del taxi y en medio de la risa me repito que se ve hermosa cuando se enoja.
We are a jigsaw falling into place…