"Desperté en la misma vida en que me había dormido.
Hasta mis soñados ejércitos sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida sólo deseada me harta -hasta esa vida"
Pesoa
Había un hombre que vivía al lado de un pantano, en su vida nada fue fácil, nada fue como él quiso y la abundancia en su vida siempre se vio aquejada por resultados poco satisfactorios, incluso si lo describimos desde el punto de vista nuestro, la vida siempre lo sorprendió con cosas buenas y malas, pero para él, siempre en su interior fue algo que quisiera olvidar y jamás sacar a relucir.
Un suspiro instantáneo le sobrecoge el cuerpo cuando mira hacia atrás, su mirada triste carga una melancolía que jamás supo ocultar, cada día observa sus manos con detenimiento, piensa en las grandes cosas que ha hecho y en los cuerpos que ha hecho suspirar, piensa en los sobresaltos nocturnos de lubricas noches, esencias casi fantasmales le recorren de pies a cabeza y sus ojos como petrificados reflejan las tan conmemoradas noches, pero es la soledad quien le ha brindado tan bellos y altos momentos de sangre que hierve a fuego lento. En ausencia de oídos, en ausencia de mentes listas para escuchar una palabra, habla solo, sabe que a nadie va a despertar y se contesta a sí mismo, a veces se odia, pues no se responde sino que asume que todo es verdad hasta que el ensueño desaparezca y vea como la vida continua, cómo sin él, las plantas, los grillos, los arboles siguen su propia vida, y no les importa que se quede allí plantado mirando para el suelo, con la mirada fija. Él ya no es el mismo, cuando todo fue estable, cuando las palabras que pronunció fueron fuertes y agiles y caminaba con aires de superioridad, cayó en picada y ahora hasta sus manos son diferentes.
En la bastedad de la oscuridad, en los miles de aullidos de la noche, se ha encontrado cavando en las inmensidades, huecos de profundas cuencas, las manos arenosas buscan como taladros, inquietas por saber en donde han quedado sus raíces, por saber en tan inmenso lugar por qué él es único que no tiene raíces, por qué los árboles lo han rechazado y su vida se ha perdido, jamás la encontrará y ese el miedo que más lo sobrecoge, una humillación constante de saber que se quedará y jamás será devorado, porque lo que no pertenece a este mundo que lo rodea, está condenado a estar en el paisaje, pero nunca a hacer parte del mismo, es la lluvia quien le muestra cuan inútil es su búsqueda porque a medida que escarba el hueco se llena de agua y la tierra se estremece y tapa el hueco, con un trueno los arboles de grandiosas voces le gritan que se vaya, que aquí no pertenece y mientras la lluvia le quita el fango de su frente, entre lamentos y lagrimas se va para su choza en medio del pantano.
y sin raíces busca donde plantarse, donde quedarse inmóvil porque no quiere volver, acongojado se mira irradiado por las estrellas inamovible y estático hasta que pueda nutrirse, porque toda vida sobre la faz de la tierra lleva consigo su propia carga y ya herrumbroso aún de no recibir respuesta, se marcha cargando con su pena como un bulto de panela.
¿A dónde vas hombre con tu bulto?,
Pues hombre a descargar la panela,
Es que cansado y marchitado me encuentro.
No me sorprende que algún día caigas como una hoja,
Sobresaltado en la espesura de la maleza.