Ahora no hay sobresaltos,
Solo casas derruidas,
Hierba que invade y no deja,
Apoderada de este abandono.
La mirada caída,
Oxidado, acongojado por la lluvia,
Que si me quedo quieto me consume la tristeza,
Cuando el viento frio me abraza,
Para no olvidar este abandono.
Este es el camino de los espinos,
Que solo brinda cortes y aguijones,
Pequeños puñales,
Para saber que no he muerto.
Y solo pienso en puñales,
En veneno para mis venas,
En un salto desde el peñasco,
Un salto mortal rápido y sereno.