Marta se levanta temprano, antes que los obreros pasen, antes que su hermana se vaya para el trabajo, permanece sentada en su cama y piensa en lo mucho que tiene para hacer, es un corto respiro y un gran suspiro el que la levanta de la cama y con temple, bravura heredada de muchas décadas atrás, segura en las tinieblas traspasa el marco de su puerta y pasa por los corredores, mientras la luna azulada aún entra por el patio y traspasa las tejas, ya se acostumbró al ruido matutino de la fabrica, la cual yace como un rumiante de noche y de día.
Esta es Margara, hermana de Marta, de pelo corto y una mirada irritante, aquellos que pasan a su lado piensan que ella se trago un limón, pues en su rostro el mal carácter dejo huellas que la hacen ver ácida, se levanta y lo primero que hace es sentarse a tomar una taza de chocolate que Marta ya ha preparado. El uniforme aplanchado permanece colgado al lado del baño, Maragara deja la taza sobre la mesa y entra al baño, primero pasa un pie por el chorro y luego el otro, ella piensa que como se acabo de levantar uno no puede meterse de una al chorro, pues puede torcerse algún músculo y quedarse así por el resto de la vida, por eso es meticulosa, primero un pie, luego el otro, luego una mano y así hasta que se empapa completamente. Faltan cinco para las seis y Margara sale deprisa para la fabrica que queda a una cuadra de su casa, mientras Marta trabaja y trabaja tres muchachos duermen, uno gordo, uno flaco y otro flaco y pequeño, el pequeño está en tercero de primaria, el flaco en quinto y el gordo en séptimo, al gordo le gustan las revistas de porno y mantiene dos o tres bajo la cama, al flaco le gustan los albunes de Tundercats, mientras que el pequeño le gusta hacer montañas con las cobijas gruesas y gastadas con que duerme.
Marta tiene un amante dos casas mas allá de donde vive ella, el hombre de estatura promedio trabaja guadañando prados, moreno y de barba dispersa, es tranquilo y paciente, no le importa lo que digan los vecinos, sabe que Marta es solo para un rato, pues piensa que el hombre es como la hierba, después de cierto tiempo se balancea de aquí para allá con cualquier vientecito y es por eso que no pierde el tiempo tratando de alargar sentimientos y por eso los corta con los hilos de su guadaña. los martes se encuentra con Marta a las cuatro en punto, le da un licor y se van directo para el colchón, mientras una vecina los mira desde la terraza vez tras vez.
1 comentario:
tremenda la martica, debe estar buena, pero de todas maneras una mujer que tiene tantas oblogaciones tiene todo el derecho de comerse cualquier hombre.
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