sábado, 27 de marzo de 2010

El armadillo
Somos prostitutas que se van con el mejor postor, eso es lo que somos y mirando para otro lado, su rostro parecía una cordillera con miles de relieves, con pastos suaves e infinitos, donde la piel es tan suave que a veces pienso que soy de lija, a medida que hablaba miles de navajas entraban en lo profundo de su cuerpo y producían pequeños sonidos cuando chocaban contra sus huesos, tan cerca y a la vez tan lejanos. Dejé de hablar porque pensé que el mas pequeño instante, el mas importante, lo estaba echando a perder y mas bien tome un sorbo de café, si tus palabras son menos importantes que el silencio mejor no digas nada, me repetía una y otra vez por dentro, cuando dejaras ese viciecito de mecerte cuando te repites algo por dentro, me decía una voz por dentro, pero es así de sencillo, mientras más cambiamos menos sentimos y buscamos herrumbres en la profundidad de la basura para sacar lo mejor, el café sabe diferente y la luna misteriosamente quedó paralizada en medio de la ventana, me miró profundamente y sus ojos me toman con un gancho de la nuca y parezco un animal balanceándome mientras te miro retorciéndome desde arriba, es un segundo donde la luz azul entra y se toma cada espacio, cada mesa.
Y las cuencas parecen entradas a cavernas donde unos ojos furtivos te miran con terror, lentamente la piel se encoge hasta dejar un rostro turbulento, una mirada de sufrimiento, sabes que ya no diré nada, que la sonrisa que traje desde el principio sigue allí intacta, como la de la monalisa. He estado parado en los balcones, en las terrazas y me doy cuenta que todo lo anterior, esa línea que se pierde con el ocaso es un protocolo, ya al final llega un momento donde tambaleándonos vemos cada instante en cámara lenta y sabemos que nada importa, que los instantes de cordura son aburridos y nunca se recuerdan a menos que nos vomitemos en el comedor y nos limpiemos la baba con el mantel.
Las lluvias que has visto desde la ventana no son nada, si miras desde el camión que te arrastra como ganado y ella se engalana porque viaja en otro, si lo único que lleva es su cuerpo cansado que parece más lejano, pues su camión va más lejos que el tuyo y las líneas de la carretera que hemos recorrido nos señalan cronológicamente el camino al que se llega, el que percibimos, que llamamos presente, majestuoso, maravilloso; eso pensaba antes de llegar a este bar, justo después que el humo me dijera mediante gitanas bailarinas que tenia una cita a las ocho y lentamente se fueron yendo danzando y cantando melodiosas voces de diosas, diosas gitanas, con sus faldas largas meneando la cadera.
Y ahora que te veo
Y ahora que estás radiante esperando en la entrada,
Mientras yo vengo por las esquina con mis fantasmas,
Con mis músicos.
Y te ríes pues parezco un armadillo que apenas sale de su cueva y te sigues riendo cuando me miras y me dices que sin pelo se me ve un ojo más pequeño que el otro y el libro dejas que lo firme yo, pues te gusta la manera en que sostengo el lápiz, que bueno que solo nos conocemos de noche, como murciélagos emanando pitidos a alta frecuencia y saber que en todo este tiempo ella me mira mientras yo callado la observo desde arriba y sus ojos me bajan del gancho y me llevan cargado como un niño que no espera nada, sino su dulce mirada.
Y la camarera me pregunta sobre qué voy a ordenar y le digo que un café de esos que traen galletas, ella pide otro.

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