miércoles, 8 de diciembre de 2010
Trescientos dos
En la noche sus manos se juntaron como si fueran olas que llegan a la orilla, se encontraron quizá curiosas aún de tocar y llevar más allá el impulso químico que las arrastra a un no sé qué no sé donde en cierta parte del cerebro y otras partes más pueriles y menos santas, pero un sonido de repente estallo en la otra alcoba, hizo que el encanto se perdiera, un sonido parecido a un silbido agudo penetro todas las alcobas y por falta de documentación y evidencia no se puede afirmar si otras parejas que estaban aún cabalgando en las buenas carreras de vientos y dunas también se vieron afectados, como despertados de un sueño los amantes se miraron de pies a cabeza y se sintieron como Adán y Eva cuando cayeron en la maldad y se dieron cuenta que estaban desnudos, él salió a ponerse los interiores y ella aún más extremista se enrolló una cobija alrededor, el sonido parecía pasar por ciclos, primero daba una vuelta y luego volvía, intrigados los dos se acercaron más hasta que con las orejas contra la pared pasaron a ser espectadores. Lastimosamente solo escuchaban el silbido, que constantemente daba vueltas y giraba por el recinto, repitiéndose por intervalos de tiempo iguales, de pronto se escucho un golpe como si fuera una palmada contra una mesa y luego le siguió un grito de una mujer que por su forma jadeante uno se imaginaría que había encontrado el amante perfecto o que su novio se mueve a satisfacción total, a penas se escucha esta mujer delirar y pedir más y más, los novios sonrientes se miran uno a otro y vuelven a la cama, pero es solo en el instante mismo en que ya cuando todo iba a continuar con el ritmo natural que habían dejado atrás, vuelve el silbido más profundo y agudo que antes, pero con una voz ronca que daba gritos de placer, ambos escuchan un quejido como de dolor y corren a escuchar éste sonido contra la pared para no perder ningún detallé, esta vez no tuvieron tiempo de taparse, ambos querían saber por qué se escuchaba éste ruido tan particular, a él le da asco y ya con la flacidez mental y física va y se pone los interiores, pensando que debe haber un depravado en la otra habitación haciéndole quien sabe que cosas a una muchacha que por las circunstancias cayo bajo sus redes, su novia rompe el silencio y le dice que él por qué nunca hace ruidos de placer, él con ironía la mira y mientras se viste le dice que él no hace ese tipo de payasadas y enojado se entra para el baño, el ruido sigue ahí cíclico como antes y cuando sale del baño la encuentra vestida y lista para salir, de pronto se escucha un golpe como el de antes y de inmediato una voz suave casi a punto de estallar, él novio enojado pues todo se había terminado, con un pequeño dolor le dice a su novia que no quiere pelear, que quiere irse ya, ella histérica no le dice nada, bajan las escalas y llegan hasta la recepción, él saca el dinero y procede a pagar, mientras se preparaba para recibir el vuelto, la recepcionista contesta el teléfono y con una seña le dice que por favor la espere un segundo, la llamada no fue muy larga, ella cuelga con una sonrisa mientras lo mira, llama a una de las empleadas y le dice que vaya a cambiar a los de la trescientos dos por que se les daño el televisor, con pena le da la devuelta y le desea un muy buen día. Él mirando hacia el suelo y sonrojado le desea lo mismo.
lunes, 1 de noviembre de 2010
El hombre del pantano
"Desperté en la misma vida en que me había dormido.
Hasta mis soñados ejércitos sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida sólo deseada me harta -hasta esa vida"
Pesoa
Había un hombre que vivía al lado de un pantano, en su vida nada fue fácil, nada fue como él quiso y la abundancia en su vida siempre se vio aquejada por resultados poco satisfactorios, incluso si lo describimos desde el punto de vista nuestro, la vida siempre lo sorprendió con cosas buenas y malas, pero para él, siempre en su interior fue algo que quisiera olvidar y jamás sacar a relucir.
Un suspiro instantáneo le sobrecoge el cuerpo cuando mira hacia atrás, su mirada triste carga una melancolía que jamás supo ocultar, cada día observa sus manos con detenimiento, piensa en las grandes cosas que ha hecho y en los cuerpos que ha hecho suspirar, piensa en los sobresaltos nocturnos de lubricas noches, esencias casi fantasmales le recorren de pies a cabeza y sus ojos como petrificados reflejan las tan conmemoradas noches, pero es la soledad quien le ha brindado tan bellos y altos momentos de sangre que hierve a fuego lento. En ausencia de oídos, en ausencia de mentes listas para escuchar una palabra, habla solo, sabe que a nadie va a despertar y se contesta a sí mismo, a veces se odia, pues no se responde sino que asume que todo es verdad hasta que el ensueño desaparezca y vea como la vida continua, cómo sin él, las plantas, los grillos, los arboles siguen su propia vida, y no les importa que se quede allí plantado mirando para el suelo, con la mirada fija. Él ya no es el mismo, cuando todo fue estable, cuando las palabras que pronunció fueron fuertes y agiles y caminaba con aires de superioridad, cayó en picada y ahora hasta sus manos son diferentes.
En la bastedad de la oscuridad, en los miles de aullidos de la noche, se ha encontrado cavando en las inmensidades, huecos de profundas cuencas, las manos arenosas buscan como taladros, inquietas por saber en donde han quedado sus raíces, por saber en tan inmenso lugar por qué él es único que no tiene raíces, por qué los árboles lo han rechazado y su vida se ha perdido, jamás la encontrará y ese el miedo que más lo sobrecoge, una humillación constante de saber que se quedará y jamás será devorado, porque lo que no pertenece a este mundo que lo rodea, está condenado a estar en el paisaje, pero nunca a hacer parte del mismo, es la lluvia quien le muestra cuan inútil es su búsqueda porque a medida que escarba el hueco se llena de agua y la tierra se estremece y tapa el hueco, con un trueno los arboles de grandiosas voces le gritan que se vaya, que aquí no pertenece y mientras la lluvia le quita el fango de su frente, entre lamentos y lagrimas se va para su choza en medio del pantano.
y sin raíces busca donde plantarse, donde quedarse inmóvil porque no quiere volver, acongojado se mira irradiado por las estrellas inamovible y estático hasta que pueda nutrirse, porque toda vida sobre la faz de la tierra lleva consigo su propia carga y ya herrumbroso aún de no recibir respuesta, se marcha cargando con su pena como un bulto de panela.
¿A dónde vas hombre con tu bulto?,
Pues hombre a descargar la panela,
Es que cansado y marchitado me encuentro.
No me sorprende que algún día caigas como una hoja,
Sobresaltado en la espesura de la maleza.
Hasta mis soñados ejércitos sufrieron derrota.
Hasta mis sueños se sintieron falsos al ser soñados.
Hasta la vida sólo deseada me harta -hasta esa vida"
Pesoa
Había un hombre que vivía al lado de un pantano, en su vida nada fue fácil, nada fue como él quiso y la abundancia en su vida siempre se vio aquejada por resultados poco satisfactorios, incluso si lo describimos desde el punto de vista nuestro, la vida siempre lo sorprendió con cosas buenas y malas, pero para él, siempre en su interior fue algo que quisiera olvidar y jamás sacar a relucir.
Un suspiro instantáneo le sobrecoge el cuerpo cuando mira hacia atrás, su mirada triste carga una melancolía que jamás supo ocultar, cada día observa sus manos con detenimiento, piensa en las grandes cosas que ha hecho y en los cuerpos que ha hecho suspirar, piensa en los sobresaltos nocturnos de lubricas noches, esencias casi fantasmales le recorren de pies a cabeza y sus ojos como petrificados reflejan las tan conmemoradas noches, pero es la soledad quien le ha brindado tan bellos y altos momentos de sangre que hierve a fuego lento. En ausencia de oídos, en ausencia de mentes listas para escuchar una palabra, habla solo, sabe que a nadie va a despertar y se contesta a sí mismo, a veces se odia, pues no se responde sino que asume que todo es verdad hasta que el ensueño desaparezca y vea como la vida continua, cómo sin él, las plantas, los grillos, los arboles siguen su propia vida, y no les importa que se quede allí plantado mirando para el suelo, con la mirada fija. Él ya no es el mismo, cuando todo fue estable, cuando las palabras que pronunció fueron fuertes y agiles y caminaba con aires de superioridad, cayó en picada y ahora hasta sus manos son diferentes.
En la bastedad de la oscuridad, en los miles de aullidos de la noche, se ha encontrado cavando en las inmensidades, huecos de profundas cuencas, las manos arenosas buscan como taladros, inquietas por saber en donde han quedado sus raíces, por saber en tan inmenso lugar por qué él es único que no tiene raíces, por qué los árboles lo han rechazado y su vida se ha perdido, jamás la encontrará y ese el miedo que más lo sobrecoge, una humillación constante de saber que se quedará y jamás será devorado, porque lo que no pertenece a este mundo que lo rodea, está condenado a estar en el paisaje, pero nunca a hacer parte del mismo, es la lluvia quien le muestra cuan inútil es su búsqueda porque a medida que escarba el hueco se llena de agua y la tierra se estremece y tapa el hueco, con un trueno los arboles de grandiosas voces le gritan que se vaya, que aquí no pertenece y mientras la lluvia le quita el fango de su frente, entre lamentos y lagrimas se va para su choza en medio del pantano.
y sin raíces busca donde plantarse, donde quedarse inmóvil porque no quiere volver, acongojado se mira irradiado por las estrellas inamovible y estático hasta que pueda nutrirse, porque toda vida sobre la faz de la tierra lleva consigo su propia carga y ya herrumbroso aún de no recibir respuesta, se marcha cargando con su pena como un bulto de panela.
¿A dónde vas hombre con tu bulto?,
Pues hombre a descargar la panela,
Es que cansado y marchitado me encuentro.
No me sorprende que algún día caigas como una hoja,
Sobresaltado en la espesura de la maleza.
lunes, 19 de julio de 2010
K.E.V.I.N
Angel de Jesús Montoya se recriminaba su nombre y es que aunque nosotros pensemos que Angel es un tipo mas o menos de cincuenta años, con dos o tres hijos y un buen puesto en una empresa, no le vamos a cambiar lo desgraciado que se siente a sus doce años con su nombre de hombre de cincuenta, mientras sus amigos se llaman Esteban, Carlos, Andrés, Sebastián, él por su lado recibió un nombre inconfundible que le arde el estomago cuando lo dicen completo, como cuando el coordinador del colegio le dice: “Angel de Jesús Montoya Galvis hágame el favor de salir al tablero”, se para indignado, no solo por salir al tablero y resolver el ejercicio, sino de que le haya pronunciado el nombre completo, cuanto desearía que solo hubiera escuchado, Angel haga el favor de salir al tablero…, es por eso que toma esa tiza y la hace rechinar con fuerza contra el tablero, para que de alguna forma el coordinador sienta más o menos por un sonido agudo carraspeado en la superficie, la sensación que el siente en sus oídos al escuchar su nombre completo, además se demora más del tiempo que toma el ejercicio, imaginándose ametrallando a su profesor y le irrita más el que su profesor no le preste atención a los sonidos que genera sino al proceso que lleva a cabo en este momento solucionando el ejercicio, la mayoría de sus compañeros tras su espalda lo único que piensan es que tiene derecho a hacer los ruidos que sea, con tal de que lo resuelva; pues no quieren salir a revisar y continuar desde donde él no fue capaz, callado termina el ejercicio, pone la tiza en su lugar, se sacude el polvo y se sienta, mientras su profesor le da las gracias.
Ayer tuvo una pesadilla, donde su mejor amigo lo perseguía gritando su nombre completo, él corría y corría, pero aunque ya había dejado atrás a su amigo, el eco de su nombre lo seguía a todos lados, saltaba alambrados, pasaba sobre los techos y las terrazas, pero aún en la lejanía su nombre llegaba hasta sus oídos, trastornado se levanto de la cama, tenia ganas de ir al baño, pensó que no hubiera tenido ganas de ir al baño si ese sueño de su nombre no lo atormentara, quizá un pequeño bautizo bastaría, si el agua que chorreante sonaba en el sanitario fuera unción santa, si lo cambiarán de escuela y él dijera que se llamaba diferente, pero ¿qué nombre me pondría?, siempre quiso tener un nombre bonito, un nombre que le diera respeto, que a penas se nombrara las personas volteasen a ver quien era el joven con tal insignia, de pronto se le vino a la cabeza un nombre, el nombre de un famoso, el cual a pesar de no ser muy conocido en el pueblo, sin duda no pasaría desapercibido, KEVIN empieza por la Ka y no por la Qú, que se vería muy feo en el reparto de una película o en el informe de un científico, la firma bancaria o incluso la cedula de ciudadanía, de ahora en adelante a todo extraño que conociera le daría como aperitivo de entrada un buen saludo con su nombre apareciendo como se hacen en los restaurantes, levantan la tapa de aluminio y allí estará, K.E.V.I.N, otra vez y con mejor acento Keeviiinn, sonaría perfecto.
Al otro día en el colegio se fue para el rincón del colegio, donde estaban los muchachos de otros grupos, listo y preparado se fue a conseguir nuevas amistades, nuevos territorios donde su nombre sonara en la bastedad del horizonte, pasara devastando la superficie, arrollando todo a su paso, tomó una de las hierbas de la manga y se fue masticándola lentamente, mientras movía la ramita haciendo pequeños círculos en el aire, vio que todos los pelaos estaban recostados contra la pared, para él eran mayores que él, pero eso no era problema, nadie sería un problema para “Kevin”, se recostó contra la pared, se metió las manos en los bolsillos y miró a los lados, los pelaos lo miraron y siguieron con su charla hasta que uno levanto su mirada hacía él y le pregunto desde la esquina: hey ¿vos como te llamas?, moviendo la ramita y mirando a los lados como si fuera un gran secreto y con serenidad dijo: Keeviiin.
El muchacho se acerco hasta donde él estaba, caminaba con cierto ritmo y como si no hubiera nadie más en este planeta sino él, los demás lo siguieron y tomaron lugar alrededor, él le dijo mucho gusto Kevin, mi nombre es Eurípidez y soy el que mando en la esquina, me caes bien y por eso te invito para que seas uno de nosotros. Kevin con asombro le alargo la mano, ese día se acostó con una sonrisa en su rostro, pues sabía que el Angel de Jesús Montoya no era nada contra Eurípidez Gonzalo Atehortua.
Ayer tuvo una pesadilla, donde su mejor amigo lo perseguía gritando su nombre completo, él corría y corría, pero aunque ya había dejado atrás a su amigo, el eco de su nombre lo seguía a todos lados, saltaba alambrados, pasaba sobre los techos y las terrazas, pero aún en la lejanía su nombre llegaba hasta sus oídos, trastornado se levanto de la cama, tenia ganas de ir al baño, pensó que no hubiera tenido ganas de ir al baño si ese sueño de su nombre no lo atormentara, quizá un pequeño bautizo bastaría, si el agua que chorreante sonaba en el sanitario fuera unción santa, si lo cambiarán de escuela y él dijera que se llamaba diferente, pero ¿qué nombre me pondría?, siempre quiso tener un nombre bonito, un nombre que le diera respeto, que a penas se nombrara las personas volteasen a ver quien era el joven con tal insignia, de pronto se le vino a la cabeza un nombre, el nombre de un famoso, el cual a pesar de no ser muy conocido en el pueblo, sin duda no pasaría desapercibido, KEVIN empieza por la Ka y no por la Qú, que se vería muy feo en el reparto de una película o en el informe de un científico, la firma bancaria o incluso la cedula de ciudadanía, de ahora en adelante a todo extraño que conociera le daría como aperitivo de entrada un buen saludo con su nombre apareciendo como se hacen en los restaurantes, levantan la tapa de aluminio y allí estará, K.E.V.I.N, otra vez y con mejor acento Keeviiinn, sonaría perfecto.
Al otro día en el colegio se fue para el rincón del colegio, donde estaban los muchachos de otros grupos, listo y preparado se fue a conseguir nuevas amistades, nuevos territorios donde su nombre sonara en la bastedad del horizonte, pasara devastando la superficie, arrollando todo a su paso, tomó una de las hierbas de la manga y se fue masticándola lentamente, mientras movía la ramita haciendo pequeños círculos en el aire, vio que todos los pelaos estaban recostados contra la pared, para él eran mayores que él, pero eso no era problema, nadie sería un problema para “Kevin”, se recostó contra la pared, se metió las manos en los bolsillos y miró a los lados, los pelaos lo miraron y siguieron con su charla hasta que uno levanto su mirada hacía él y le pregunto desde la esquina: hey ¿vos como te llamas?, moviendo la ramita y mirando a los lados como si fuera un gran secreto y con serenidad dijo: Keeviiin.
El muchacho se acerco hasta donde él estaba, caminaba con cierto ritmo y como si no hubiera nadie más en este planeta sino él, los demás lo siguieron y tomaron lugar alrededor, él le dijo mucho gusto Kevin, mi nombre es Eurípidez y soy el que mando en la esquina, me caes bien y por eso te invito para que seas uno de nosotros. Kevin con asombro le alargo la mano, ese día se acostó con una sonrisa en su rostro, pues sabía que el Angel de Jesús Montoya no era nada contra Eurípidez Gonzalo Atehortua.
domingo, 27 de junio de 2010
EL FUNERAL
Se escuchó en todas partes el grito inesperado de un muchacho, hacía un calor insoportable y la ropa secándose al aire transmitía una atmosfera de cierta belleza, pues mirando desde arriba, desde la terraza, los colores fuertes, el rojo de las camisas, la blancura de las tangas, las medias sin una mancha, el tiempo parecía haberse detenido y aunque todo era bonito, no lo llamemos color de rosas, pero si color y olor a ropa lavada, el grito, éste del que venimos hablando y del que hemos tratado de contar la atmosfera en que se dio, por desventura, una desgracia, no altero en lo más mínimo este paisaje que lo escuchó y lo dejo ir, tal y como se hace con el viento que llega y se va cuando él quiere.
Se escucharon otro y otro, en cierto momento salió alguien como alterado, sudando desesperado mira a lado y lado, quiere correr, traspasar la barrera que tanto temía, esa que a veces lo trasnochaba pensando que algún día iba a pasar, busca junglas, arboles que lo abracen y lo acojan como el hijo prodigo, para opacar este dolor, el mismo que lo deja inmóvil, como si fuera tentáculos que salen de lo más profundo de su ser y lo atrapa de manos y pies, tentáculos que salen de su pecho y se entran por su espalda, allí al frente de su casa, donde las imágenes en su cabeza alguna vez tomaron forma se sienta al borde de la carretera, sus codos apoyados en las rodillas y su cara tapada con sus manos, lentamente, casi sutil e imperceptible se fue yendo hacia un lado, mientras los sollozos se intensifican escucha la canción de nuevo y no se sabe por qué, pero parece que al llorar sus neuronas se alteran, se avivan y le traen los recuerdos, recuerdos que le encharcan sus manos, Enséñame como haces ese truco, enséñame el truco que me hace gritar, que me hace reir…y correré a tu lado sin importar nada más. Ella se paraba enfrente de él y allí le cantaba, mientras la luz entraba por el patio y le llegaba por la espalda, parecía un ángel enviado por dios. De repente se sintió más viejo, éste acontecimiento le diseca el cuerpo y una sensación de resequedad en el rostro, está sensación lo deshidrata y lo deja como una planta que se seca rápidamente, las arrugas se acentúan y la piel se torna amarillosa, sin más se queda allí, no se quiere levantar.
Sin que nadie se diera cuenta paso algo muy raro, repentinamente el gato se encaramó en un árbol y no volvió a entrar, el perro aún más amigable se fue y se echó con tranquilidad bajo el sediento sol junto a su amo, las palomas se fueron del patio, lo que antes era un lugar habitable, ahora parecía un desierto, todo parecía haber perdido su encanto, las luces que entraban como cortinas y daban la impresión de iluminar una caverna, ya nada tenía significado ni explicación alguna.
Por lo pronto un buen vecino, fue y trató de levantarlo de allí, pero lo único que recibió fueron manotazos de rechazo, trato de hablarle, pero este hombre era una piedra más en el horizonte, así que se fue denigrando su actitud. Anochecía y éste hombre continuaba allí, mientras los arboles comenzaban a balancearse, las golondrinas volaban haciendo maniobras y los grillos comenzaban su bullicioso canto, se incorporó, sus ojos brillaban como los de un felino, su rostro cargaba encima un dolor indescifrable, sus parpados cansados, sus cuencas escondidas, ya era un extranjero, ya no pertenecía a tierra alguna, entró a lo que antes fue su hogar, al cabo de unos minutos salió con una bolsa y una botella, arrojo la botella a la casa y luego prendió fuego, se marchó desvaneciéndose en la oscuridad, hay quienes cuentan que a sus pasos se le unían los de un perro y un gato y que arriba en la oscuridad una bandada de palomas no lo perdía de vista y ascendió por las montañas como el humo que abraza su casa, como las cenizas que arrastra el viento quien sabe hacia donde.
Se escucharon otro y otro, en cierto momento salió alguien como alterado, sudando desesperado mira a lado y lado, quiere correr, traspasar la barrera que tanto temía, esa que a veces lo trasnochaba pensando que algún día iba a pasar, busca junglas, arboles que lo abracen y lo acojan como el hijo prodigo, para opacar este dolor, el mismo que lo deja inmóvil, como si fuera tentáculos que salen de lo más profundo de su ser y lo atrapa de manos y pies, tentáculos que salen de su pecho y se entran por su espalda, allí al frente de su casa, donde las imágenes en su cabeza alguna vez tomaron forma se sienta al borde de la carretera, sus codos apoyados en las rodillas y su cara tapada con sus manos, lentamente, casi sutil e imperceptible se fue yendo hacia un lado, mientras los sollozos se intensifican escucha la canción de nuevo y no se sabe por qué, pero parece que al llorar sus neuronas se alteran, se avivan y le traen los recuerdos, recuerdos que le encharcan sus manos, Enséñame como haces ese truco, enséñame el truco que me hace gritar, que me hace reir…y correré a tu lado sin importar nada más. Ella se paraba enfrente de él y allí le cantaba, mientras la luz entraba por el patio y le llegaba por la espalda, parecía un ángel enviado por dios. De repente se sintió más viejo, éste acontecimiento le diseca el cuerpo y una sensación de resequedad en el rostro, está sensación lo deshidrata y lo deja como una planta que se seca rápidamente, las arrugas se acentúan y la piel se torna amarillosa, sin más se queda allí, no se quiere levantar.
Sin que nadie se diera cuenta paso algo muy raro, repentinamente el gato se encaramó en un árbol y no volvió a entrar, el perro aún más amigable se fue y se echó con tranquilidad bajo el sediento sol junto a su amo, las palomas se fueron del patio, lo que antes era un lugar habitable, ahora parecía un desierto, todo parecía haber perdido su encanto, las luces que entraban como cortinas y daban la impresión de iluminar una caverna, ya nada tenía significado ni explicación alguna.
Por lo pronto un buen vecino, fue y trató de levantarlo de allí, pero lo único que recibió fueron manotazos de rechazo, trato de hablarle, pero este hombre era una piedra más en el horizonte, así que se fue denigrando su actitud. Anochecía y éste hombre continuaba allí, mientras los arboles comenzaban a balancearse, las golondrinas volaban haciendo maniobras y los grillos comenzaban su bullicioso canto, se incorporó, sus ojos brillaban como los de un felino, su rostro cargaba encima un dolor indescifrable, sus parpados cansados, sus cuencas escondidas, ya era un extranjero, ya no pertenecía a tierra alguna, entró a lo que antes fue su hogar, al cabo de unos minutos salió con una bolsa y una botella, arrojo la botella a la casa y luego prendió fuego, se marchó desvaneciéndose en la oscuridad, hay quienes cuentan que a sus pasos se le unían los de un perro y un gato y que arriba en la oscuridad una bandada de palomas no lo perdía de vista y ascendió por las montañas como el humo que abraza su casa, como las cenizas que arrastra el viento quien sabe hacia donde.
sábado, 27 de marzo de 2010
El armadillo
Somos prostitutas que se van con el mejor postor, eso es lo que somos y mirando para otro lado, su rostro parecía una cordillera con miles de relieves, con pastos suaves e infinitos, donde la piel es tan suave que a veces pienso que soy de lija, a medida que hablaba miles de navajas entraban en lo profundo de su cuerpo y producían pequeños sonidos cuando chocaban contra sus huesos, tan cerca y a la vez tan lejanos. Dejé de hablar porque pensé que el mas pequeño instante, el mas importante, lo estaba echando a perder y mas bien tome un sorbo de café, si tus palabras son menos importantes que el silencio mejor no digas nada, me repetía una y otra vez por dentro, cuando dejaras ese viciecito de mecerte cuando te repites algo por dentro, me decía una voz por dentro, pero es así de sencillo, mientras más cambiamos menos sentimos y buscamos herrumbres en la profundidad de la basura para sacar lo mejor, el café sabe diferente y la luna misteriosamente quedó paralizada en medio de la ventana, me miró profundamente y sus ojos me toman con un gancho de la nuca y parezco un animal balanceándome mientras te miro retorciéndome desde arriba, es un segundo donde la luz azul entra y se toma cada espacio, cada mesa.
Y las cuencas parecen entradas a cavernas donde unos ojos furtivos te miran con terror, lentamente la piel se encoge hasta dejar un rostro turbulento, una mirada de sufrimiento, sabes que ya no diré nada, que la sonrisa que traje desde el principio sigue allí intacta, como la de la monalisa. He estado parado en los balcones, en las terrazas y me doy cuenta que todo lo anterior, esa línea que se pierde con el ocaso es un protocolo, ya al final llega un momento donde tambaleándonos vemos cada instante en cámara lenta y sabemos que nada importa, que los instantes de cordura son aburridos y nunca se recuerdan a menos que nos vomitemos en el comedor y nos limpiemos la baba con el mantel.
Las lluvias que has visto desde la ventana no son nada, si miras desde el camión que te arrastra como ganado y ella se engalana porque viaja en otro, si lo único que lleva es su cuerpo cansado que parece más lejano, pues su camión va más lejos que el tuyo y las líneas de la carretera que hemos recorrido nos señalan cronológicamente el camino al que se llega, el que percibimos, que llamamos presente, majestuoso, maravilloso; eso pensaba antes de llegar a este bar, justo después que el humo me dijera mediante gitanas bailarinas que tenia una cita a las ocho y lentamente se fueron yendo danzando y cantando melodiosas voces de diosas, diosas gitanas, con sus faldas largas meneando la cadera.
Y ahora que te veo
Y ahora que estás radiante esperando en la entrada,
Mientras yo vengo por las esquina con mis fantasmas,
Con mis músicos.
Y te ríes pues parezco un armadillo que apenas sale de su cueva y te sigues riendo cuando me miras y me dices que sin pelo se me ve un ojo más pequeño que el otro y el libro dejas que lo firme yo, pues te gusta la manera en que sostengo el lápiz, que bueno que solo nos conocemos de noche, como murciélagos emanando pitidos a alta frecuencia y saber que en todo este tiempo ella me mira mientras yo callado la observo desde arriba y sus ojos me bajan del gancho y me llevan cargado como un niño que no espera nada, sino su dulce mirada.
Y la camarera me pregunta sobre qué voy a ordenar y le digo que un café de esos que traen galletas, ella pide otro.
Somos prostitutas que se van con el mejor postor, eso es lo que somos y mirando para otro lado, su rostro parecía una cordillera con miles de relieves, con pastos suaves e infinitos, donde la piel es tan suave que a veces pienso que soy de lija, a medida que hablaba miles de navajas entraban en lo profundo de su cuerpo y producían pequeños sonidos cuando chocaban contra sus huesos, tan cerca y a la vez tan lejanos. Dejé de hablar porque pensé que el mas pequeño instante, el mas importante, lo estaba echando a perder y mas bien tome un sorbo de café, si tus palabras son menos importantes que el silencio mejor no digas nada, me repetía una y otra vez por dentro, cuando dejaras ese viciecito de mecerte cuando te repites algo por dentro, me decía una voz por dentro, pero es así de sencillo, mientras más cambiamos menos sentimos y buscamos herrumbres en la profundidad de la basura para sacar lo mejor, el café sabe diferente y la luna misteriosamente quedó paralizada en medio de la ventana, me miró profundamente y sus ojos me toman con un gancho de la nuca y parezco un animal balanceándome mientras te miro retorciéndome desde arriba, es un segundo donde la luz azul entra y se toma cada espacio, cada mesa.
Y las cuencas parecen entradas a cavernas donde unos ojos furtivos te miran con terror, lentamente la piel se encoge hasta dejar un rostro turbulento, una mirada de sufrimiento, sabes que ya no diré nada, que la sonrisa que traje desde el principio sigue allí intacta, como la de la monalisa. He estado parado en los balcones, en las terrazas y me doy cuenta que todo lo anterior, esa línea que se pierde con el ocaso es un protocolo, ya al final llega un momento donde tambaleándonos vemos cada instante en cámara lenta y sabemos que nada importa, que los instantes de cordura son aburridos y nunca se recuerdan a menos que nos vomitemos en el comedor y nos limpiemos la baba con el mantel.
Las lluvias que has visto desde la ventana no son nada, si miras desde el camión que te arrastra como ganado y ella se engalana porque viaja en otro, si lo único que lleva es su cuerpo cansado que parece más lejano, pues su camión va más lejos que el tuyo y las líneas de la carretera que hemos recorrido nos señalan cronológicamente el camino al que se llega, el que percibimos, que llamamos presente, majestuoso, maravilloso; eso pensaba antes de llegar a este bar, justo después que el humo me dijera mediante gitanas bailarinas que tenia una cita a las ocho y lentamente se fueron yendo danzando y cantando melodiosas voces de diosas, diosas gitanas, con sus faldas largas meneando la cadera.
Y ahora que te veo
Y ahora que estás radiante esperando en la entrada,
Mientras yo vengo por las esquina con mis fantasmas,
Con mis músicos.
Y te ríes pues parezco un armadillo que apenas sale de su cueva y te sigues riendo cuando me miras y me dices que sin pelo se me ve un ojo más pequeño que el otro y el libro dejas que lo firme yo, pues te gusta la manera en que sostengo el lápiz, que bueno que solo nos conocemos de noche, como murciélagos emanando pitidos a alta frecuencia y saber que en todo este tiempo ella me mira mientras yo callado la observo desde arriba y sus ojos me bajan del gancho y me llevan cargado como un niño que no espera nada, sino su dulce mirada.
Y la camarera me pregunta sobre qué voy a ordenar y le digo que un café de esos que traen galletas, ella pide otro.
martes, 23 de marzo de 2010
El último suspiro
Y se despertó pensando que el ocaso era simplemente una línea, que todo lo que había vivido hasta ahora era simplemente un ovillo de ilusiones, entre la luz que por su ventana traspasaba el espacio creando cortinas donde el polvo arremolinaba generando formas amorfas que se movían lentamente, acurrucado con la cobija deseó que el aire no existiera, que su cabeza se le estallara, que simplemente una hacha traicionera lo dejara inerte sin que se diera cuenta. Cuantas veces deseo nunca llegar a esta auto aniquilación y sus ojos adormilados y hundidos en sus cuencas generaban una imagen cadavérica que uno no sabia si era un muerto, un escuálido mal alimentado o un enfermo terminal.
Pero no fue una hacha traicionera, ni tampoco su alma fue arrebatada sin darse cuenta, sino que una mano surgió desde la baranda de su cama y empezó a jalarlo, mientras él se agarraba del colchón, sintió como su cabello era arrancado a tirones, una leve niebla invadió todo su cuarto y el hedor a muerte empezó a ser cada vez más fuerte, pensó que ya no podía moverse, allí la luz que antes parecía amarilla se fue tornando opaca y con tintes café sus ojos se cerraron, no hubo ruidos, no hubo quejidos, no es de esa clase de personas, el tiempo empezó a detenerse. El ultimo suspiro fue tan largo que parece que su alma lo necesitase para alzar vuelo, pero entrecortado sonó cuando de repente sus venas empezaron a brotarse y él temblando parecía poseído, un vomitajo de cuajo a un balde fue a caer y abrió de nuevo sus ojos, mientras su amigo le decía: ¡volves a comer hongos y te dejo ahí tirado!.
Pero no fue una hacha traicionera, ni tampoco su alma fue arrebatada sin darse cuenta, sino que una mano surgió desde la baranda de su cama y empezó a jalarlo, mientras él se agarraba del colchón, sintió como su cabello era arrancado a tirones, una leve niebla invadió todo su cuarto y el hedor a muerte empezó a ser cada vez más fuerte, pensó que ya no podía moverse, allí la luz que antes parecía amarilla se fue tornando opaca y con tintes café sus ojos se cerraron, no hubo ruidos, no hubo quejidos, no es de esa clase de personas, el tiempo empezó a detenerse. El ultimo suspiro fue tan largo que parece que su alma lo necesitase para alzar vuelo, pero entrecortado sonó cuando de repente sus venas empezaron a brotarse y él temblando parecía poseído, un vomitajo de cuajo a un balde fue a caer y abrió de nuevo sus ojos, mientras su amigo le decía: ¡volves a comer hongos y te dejo ahí tirado!.
domingo, 7 de marzo de 2010
Alada y fosforescente
Otra vez la pagina en blanco y yo como con un embudo paso las imágenes como si fueran gasolina, es en esta medida que con el frio que me invade ahora que la encuentro, se congelan mis huesos al verla de nuevo y en su rostro que ya no es el mismo de antes me transporta de nuevo al primer momento, es en la oscuridad de las sombras con que me saca y me paraliza, nunca pensé más allá, nunca pensé en lo que pasaría, cosa rara.
Era ese día donde el agua negra aun de la espesura nos trajo, efímeras almas que se elevan por la habitación, es la libertad de tus alas que me dejaste y con las que vuelves ahora, ángel de alas negras, entras indagando de nuevo las paredes que ahora están llenas de códigos, y piensas en convertir los símbolos en lenguajes, en agudos sonidos que llegan alumbrando la inmensidad de las cavernas.
Y el tiempo es siempre preciso,
Y el rostro en tu espalda sigue intacto,
Y sigues sorprendiendo cuando juntas los brazos de placer,
Y el rostro reflejado en el espejo parece que sonriera.
Gran carcajada.
El humo aún transeúnte, único aliado, agazapado como una garrapata, parece un campo de fuerza, las formas nos dejan quietos como si percibiéramos las ondas y viéramos cómo se crean esos rostros espías, las manos tratan de recorrer aquellas caras inertes, me das de nuevo las alas, me remonto en un vuelo nocturno, donde me miras desde abajo y yo parezco una cometa y al amanecer cuando los buitres abren las basuras y cuando en las esquinas el hediondo olor de un nuevo día invade las fachadas con polución, vuelvo mientras tus ojos verdes, gélidos aun electrizados no dejan de mirar.
Y no volverás, sabiendo que no preguntaré.
Y si me vez no me acuerdo.
Y me cantarás sonriente otra vez, mientras aspiras lentamente el humo:
Tírate en el suelo y vete colocando
de tu entrepierna quiero beber el caldo
y como ratas de basura, desorden y soledad,
se fueron viéndote llegar...
Era ese día donde el agua negra aun de la espesura nos trajo, efímeras almas que se elevan por la habitación, es la libertad de tus alas que me dejaste y con las que vuelves ahora, ángel de alas negras, entras indagando de nuevo las paredes que ahora están llenas de códigos, y piensas en convertir los símbolos en lenguajes, en agudos sonidos que llegan alumbrando la inmensidad de las cavernas.
Y el tiempo es siempre preciso,
Y el rostro en tu espalda sigue intacto,
Y sigues sorprendiendo cuando juntas los brazos de placer,
Y el rostro reflejado en el espejo parece que sonriera.
Gran carcajada.
El humo aún transeúnte, único aliado, agazapado como una garrapata, parece un campo de fuerza, las formas nos dejan quietos como si percibiéramos las ondas y viéramos cómo se crean esos rostros espías, las manos tratan de recorrer aquellas caras inertes, me das de nuevo las alas, me remonto en un vuelo nocturno, donde me miras desde abajo y yo parezco una cometa y al amanecer cuando los buitres abren las basuras y cuando en las esquinas el hediondo olor de un nuevo día invade las fachadas con polución, vuelvo mientras tus ojos verdes, gélidos aun electrizados no dejan de mirar.
Y no volverás, sabiendo que no preguntaré.
Y si me vez no me acuerdo.
Y me cantarás sonriente otra vez, mientras aspiras lentamente el humo:
Tírate en el suelo y vete colocando
de tu entrepierna quiero beber el caldo
y como ratas de basura, desorden y soledad,
se fueron viéndote llegar...
domingo, 21 de febrero de 2010
XXX
Hay que cantar de entre profundas fauces
De destrozados reinos donde la voz resuena entre las paredes derruidas,
Es la irremediable música de la libertad
Que se levanta como si fuera el aire caliente que choca contra el asfalto,
Y pálidos rostros se levantan a cantar la melodía,
Y el sol en agonía absoluta cae de repente dejando cortinas que invaden las ventanas,
Y entre la total oscuridad con sorna la luz se posa en mi cuarto.
Divague el día que tumultuosas piernas me invitaban,
Y caí en cámara lenta donde mis pasos se confunden
Era el momento en que una y otra vez me miraba para ver cómo me temblaba todo el cuerpo,
Cuando hablas y te tocas a ver si sí mueves los labios,
Aquel día la puerta estaba abierta y en la penumbra
El aire entraba por el balcón,
Y doy vueltas donde mis pasos me confunden
Y me miro una y otra vez en el espejo,
Y ya no me reconozco…
Y ya no sé quién es el que me mira intrigado como si me hubiera visto alguna vez…
Y pálidos rostros se levantan a cantar la melodía,
Y el sol en agonía absoluta cae de repente dejando cortinas que invaden las ventanas,
Y entre la total oscuridad con sorna la luz se posa en mi cuarto.
De destrozados reinos donde la voz resuena entre las paredes derruidas,
Es la irremediable música de la libertad
Que se levanta como si fuera el aire caliente que choca contra el asfalto,
Y pálidos rostros se levantan a cantar la melodía,
Y el sol en agonía absoluta cae de repente dejando cortinas que invaden las ventanas,
Y entre la total oscuridad con sorna la luz se posa en mi cuarto.
Divague el día que tumultuosas piernas me invitaban,
Y caí en cámara lenta donde mis pasos se confunden
Era el momento en que una y otra vez me miraba para ver cómo me temblaba todo el cuerpo,
Cuando hablas y te tocas a ver si sí mueves los labios,
Aquel día la puerta estaba abierta y en la penumbra
El aire entraba por el balcón,
Y doy vueltas donde mis pasos me confunden
Y me miro una y otra vez en el espejo,
Y ya no me reconozco…
Y ya no sé quién es el que me mira intrigado como si me hubiera visto alguna vez…
Y pálidos rostros se levantan a cantar la melodía,
Y el sol en agonía absoluta cae de repente dejando cortinas que invaden las ventanas,
Y entre la total oscuridad con sorna la luz se posa en mi cuarto.
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